Amanecer

Adentro la fiesta continuaba, nosotros escapamos a los jardines, debajo de la palmera iluminada nos empezamos a besar tímidamente, luego el encuentro se volvió mas acalorado. Nos fuimos despojando primeramente de los zapatos, después el fular voló por los arbustos, el moño negro del jacket quedó colgando en el cuello, las manos furtivas empezaban a recorrer los cuerpos. Ya con el cierre bajo y la pollera arriba, escuchamos pisadas y risas. Corrimos a escondernos en una arboleda mas tupida, las voces pasaron cerca, pero no nos vieron. La adrenalina de ser descubiertos nos despertó más el deseo, se volvio todo tan intenso que no volvimos hasta el amanecer.


Foto: Florencia Marchese


Portón

Desde el portón arrumbrado veo el jardín dónde alguna vez fuimos felices. Corríamos incansables entre los árboles, jugábamos a las escondidas y a la mancha. Solo se detenía la diversión cuando salía la abuela con la chocolatada y las galletitas recien horneadas. Todos corríamos a abrazarla y a merendar para recuperar fuerzas. Hoy solo quedan ruinas que son salvadas por el recuerdo.


Foto: Florencia Ochoa


Final

Estaba mirando fijamente el techo, como giraban las aspas del ventilador, un wiskie en la mano, un cigarro en la otra, los libros desparramados en el suelo y yo sin poder encontrar una solución. Las luces se volvían más difusas, mis pensamientos caóticos y mi cuerpo cada vez más laxo, se me aflojaron las manos y mi cabeza se desplomó. Ahora entiendo todo, el final estaba cerca.

 

Foto: Mercedes Malmierca

Selfie

 VAMOS A INMORTALIZAR EL MOMETO! dijimos mientras sonreíamos de oreja a oreja y sacabamos la selfie. El tiempo pasa irremediablemente, y dejar registro de la alegría, del amor y de la vida es lo más preciado. Todo lo demás se va, solo quedan para siempre los recuerdos de los momentos en que fuimos verdaderamente felices.

  • Foto: Mar Chiquita

Sentidos

No hay nadie, o casi nadie alrededor. En mi soledad tomo mi guitarra, compañera de aventuras, afino sus cuerdas, y empiezo a tocar. Con su sonido me abstraigo del mundo, no me importa el público, ni los aplausos, ni los elogios, solo me importa la sucesión de notas que forman la canción. Eso completa mi alma, eso le da sentido a mi vida.


 

Morgana Garcia Barthe

Castillo Encantado

Desde el jardín miro la casa dónde pasé tantos veranos, tantos juegos, tanta vida. Esa cúpula triangular me despertaba fascinación, definitivamente, era mi castillo. Entre las nubes grises imaginaba que aparecía un dragón para que pudiera subir en su lomo y dar unas vueltas. También imaginaba que con reluciente armadura y blandiendo una espada iba arriba de un caballo blanco para cuidar los límites del reino. Desde esa cúpula jugaba a ser princesa y me peinaba mis largos cabellos para atarlo y llenarlo de flores. Hoy solo observo, hoy solo recuerdo.


Foto: Monica Jurjevcic

Recuerdos

La sombra del caballito de madera de mi abuelo, me recuerda a una de sus historias. Corría el año 2020, cuando una pandemia azotó a toda la humanidad. Nadie podía salir de sus casas por temor a contagiarse un virus letal. Mi abuelo quería regalarle algo especial a la abuela y decidió tallar un caballo, ella los amaba, en especial a los alazanes negros. Fue al taller, buscó sus herramientas y por casualidad encontró un pedazo de madera de ébano. Sus manos no recordaban cómo manejar la gubia, pero, poco a poco, fue saliendo la pequeña escultura. Estaba apurado, necesitaba terminarlo lo más rápido posible, sabía que ya no quedaba tiempo. Entró al cuarto para darle la sorpresa, ella lo miró y con una dulce sonrisa se despidió de ambos para siempre.

Foto: Lucila Marquez