Foto: Gabriela Nicolauzig
Festejo inesperado
Estaba todo
preparado, las luces, los souvenires, los centros de mesa. El pronóstico
era benévolo, si bien era invierno, se esperaba una jornada cálida.
Pasaban las horas y de repente, se puso a llover copiosamente. Tanto que
se inundó todo el salón, estaba todo
arruinado. La niña triste, llamó a su tío para contarle lo que pasó y lo
mal que estaba. Cacho no pudo soportar ese llanto, fue a la alacena,
sacó los ingredientes necesarios y se puso hacer lo que sabía, amasar.
Mientras la masa levaba y el tiempo mejoraba, llamó a los amigos y
familiares para que fueran a su casa. Cuando todo estaba listo, entró la
niña, y al ver lo que pasaba, corrió a abrazar a su tío. El festejo se
produjo, sin estridencias, simple, como todo lo que se hace desde el
corazón.
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